lunes, 15 de junio de 2009
El hombre de piedra
Dice la leyenda que en esta calle había una taberna, y al oír los rezos de la comitiva del Santísimo Sacramento que se acercaba camino de dar la extrema unción a un enfermo, los bebedores de la taberna salieron y se arrodillaron al paso de la comitiva. Entre estos cliente se encontraba Mateo "el Rubio", que en alarde de incredulidad y mostrándose como el mas valiente y matón de la zona, trató demostrar a los otros que se arrodillaban como mujeres y pregonó que él no se arrodillaba.
...Y allí permaneció para siempre convertido en piedra y hundido hasta la rodilla en el suelo debido a un rayo que le cayó. Quedó petrificado por pecador blasfemo que se atrevió desafiar a Dios. Debido a este escarmiento desde el siglo XV la calle se llamó Hombre de Piedra, donde aún existe la estatua ya desfigurada por el tiempo.
Aclaración arqueológica: Actualmente la verdadera interpretación es que existía una estatua romana, que los árabes mantuvieron señalando unos baños públicos y que ha resistido hasta nuestros días.
El cristo de las mieles
Esta es una leyenda de mi ciudad, Sevilla (España). En el cementerio de Sevilla hay una tumba que resalta de las demás, es la tumba de un escultor de aquí. Esta en el centro del cementerio y como lápida tiene un Cristo enorme tallado en madera.
Aquí es muy popular sacar en la semana santa a las imágenes en procesión y miles de personas vienen a ver la devoción que este pueblo tiene por su Dios.
Pues el escultor que os digo tallaba imágenes, para las iglesias de Sevilla, pero el ultimo cristo lo tallo con las piernas al contrario, lo hizo con la pierna izquierda sobre la derecha, al contemplar la obra terminada vio el fallo, su negligencia se pagó con su muerte, le afectó tanto que se ahorcó, lo encontraron en su estudio colgado de una cuerda y sin vida.
Todos creyeron que el mejor homenaje para aquel hombre de dios era enterrarlo en el centro del cementerio y como cruz o lápida, el Cristo que tanto tiempo tardó en tallar.
Y así lo hicieron, unos diez años después el guarda del cementerio observó que el cristo lloraba, los responsables del Vaticano fueron a verlo y efectivamente lloraba, de sus ojos caían lagrimas de miel y todos se preguntaron por qué, era el escultor llorando su pena, dulce pena opinaban, ya que sus lágrimas eran pura miel de abeja.
Al reconocer la imagen en profundidad se vio que el milagro la hacían una abejas, el escultor talló hueco al cristo para que no pesara demasiado y unas abejas hicieron colmena dentro y de ahí las lágrimas, los ojos se tallaron tan finos que quedaron aberturas dentro de él y por ahí caía la miel.
Desde entonces fue bautizado con el nombre del cristo de las mieles y cada día 1 de noviembre, las gentes de Sevilla, van a recoger lágrimas de miel para recordar la dulzura de aquel escultor Sevillano.
Mismo libro.
domingo, 14 de junio de 2009
El matusalém sevillano
Se hizo piloto de la Carrera de Indias, y participó no solamente en los célebres "convoyes de plata" que venían desde Veracruz a Sevilla con los galeones cargados de metales preciosos, y defendiéndose contra tempestades, y contra filibusteros, piratas holandeses, y corsarios ingleses, sino que también tuvo ocasión de formar parte de algunas de las heroicas expedicienes que descubrieron para el mundo civilizado, islas ignoradas, archipipiélagos inimaginables, en los mares de Oriente, allá por las Carolinas, los Palaos, las Molucas, y frente a las costas de Sumatra, Borneo, Java y la Sonda.
Fue pues, don Juan, uno de los afortunados semidioses del Siglo de Oro español, a quien cupo la fortuna de vivir plenamente las aventuras, los viajes, los peligros y la gloría.
No obstante, como incluso la aventura y la gloria cansan, acabó por retirarse de los viajes de la exploración y conquista, y se ajustó a una vida más moderada, consiguiendo el cargo de piloto mayor de la Carrera de Indias, con el que podía disfrutar de un año de navegación y seis meses de puerto, a las órdenes de la Casa de Contratación de Sevilla. En este tiempo, tendría él alrededor de los cuarenta años de edad, se casó, enviudó, volvió a casar y volvió a enviudar, porque en aquel entonces las mujeres morían con gran facilidad de los achaques del parto y del sobreparto.
En resumen, nuestro don Juan Ramírez, en sus diferentes matrimonios, llegó a juntar una prole de cuarenta y dos hijos legítimos, y por aquello de que no era un santo, y las costumbres de la época lo toleraban, allegó otros nueves de los llamados "de ganancia" o "habidos en buena lid". En total cincuenta y un hijos que por ley, o por dispensación, llevaron sus apellidos.
A los sesenta años don Juan abandonó el mar, y se dedicó en Sevilla a la enseñanza de las Matemáticas y la Astronomía, en la Escuela de Mareantes. Así estuvo durante algunos años más; hasta los ochenta y cinco.
Decidió entonces jubilarse de la enseñanza, pero no siendo de condición perezoso, arbitró otra actividad en que entretener su tiempo, y fue ésta la de realizar dibujos topográficos, entretenimiento que alternó con la lectura de libros bíblicos y obras de los Santos Padres de la Iglesia. De resultas de cuyas lecturas, a los noventa y dos años, decidió empezar a estudiar la carrera de sacerdote, que había implantado poco antes el Concilio de Trento. Así pues, a los noventa y dos años se hizo seminarista, y curso por curso, hizo sus cuatro de Humanidades y sus tres de Teología, y consiguió ordenarse sacerdote a los noventa y nueve años de edad.
Extraído de Leyendas y tradiciones sevillanas, de Jose María de Mena.
Y a partir de ahora...
¡Un gran trabajo sobre leyendas y tradiciones sevillanas! Sí, sí, han oído bien, así que apaguen la tele, deje el MSN y el Tuenti y sumergase en este increíble mundo.
Espero que lo disfruten,
EL KOKO KURIOSO